4.6.20

LA CAÍDA DE ALEMANIA: LA HUÍDA DEL KÁISER Y EL ARMISTICIO

Convocados en Spa 39 jefes con responsabilidad sobre grandes unidades o áreas del servicio, se planteó más o menos el siguiente dilema: ¿ luchar violentamente contra la “revolución” preservando el ordenamiento del Reich y la figura del Guillermo II , o permanecer pasivos evitando un enfrentamiento interno? El jefe del departamento de operaciones Heye, preguntó con más claridad. La respuesta fue que había que eludir la confrontación civil por encima de todo.

Hindenburg y Groener indicaron al káiser que el ejército ya no le respaldaba. Según una frase que el coronel Heye habría dirigido a Guillermo II, “ El ejército puede regresar a la patria bajo el mando de sus oficiales. Si Vuestra Majestad quiere ponerse al frente de sus soldados, puede hacerlo y será bien recibido, pero el ejército no combatirá ni dentro ni fuera de Alemania”.

Ese mismo 9 de noviembre  las cosas también se precipitaron en Berlín con demostraciones en fábricas y calles. Por contacto telefónico con la cancillería  el káiser se mostraba dispuesto a abdicar como emperador, pero deseaba conservar el título de rey de Prusia. De hecho, el canciller Max, antes de que la decisión fuese firme, anunció la abdicación y la preparación de una regencia. El comandante de la guarnición de Berlín, Von Linsingen, dio la orden de no disparar, ni siquiera para proteger edificios públicos.

Ebert irrumpió en la cancillería exigiendo formar gobierno, apoyado por una resolución de su partido. El príncipe Max aceptó instantáneamente, aunque el acto rompía el último y tenue hilo de legalidad. El príncipe abandonó inmediatamente la capital, pero todos sus ministros fueron confirmados por Ebert, el nuevo canciller. Al atardecer, Schedeimann proclamó desde una ventana del Reichstag ante una congregación de público la República Alemana, aunque Ebert le reprochó que no hubiera aguardado a la celebración de la esperada Asamblea Constituyente, cuyas elecciones se harían en breve. Más o menos a la misma hora, en el ahora desierto Palacio Real, Liebknecht y unos cuantos partidarios proclamaban la República Socialista Libre.

A más de mil kilómetros, en Spa, en aquel momento el káiser firmaba su abdicación como emperador (aunque siguió resistiéndose a abandonar el título de monarca de Prusia). Hindenburg, preocupado por su seguridad y la actitud que tomarían los socialistas y los Aliados, sugirió que marchase a la cercana y neutral Holanda. A las cinco de la tarde Guillermo II se despidió de los presentes, excepto del general Groener (que de manera sospechosa seguía defendiendo que Guillermo II permaneciese con el ejército  y que el exilio no era necesario). Finalmente, tras algunos preparativos y consultas, el tren del antiguo emperador emprendió la marcha a Holanda a las cinco de la mañana del 10 de noviembre. El II Reich se había desvanecido en las nieblas de la Historia.


FOTO. EL KÁISER GUILLERMO II (  X BLANCA) EN LA ESTACIÓN HOLANDESA DE EIJSDEN EL 10 DE NOVIEMBRE DE 1918

El ambiente político y social de Berlín estaba en plena ebullición. Un centenar de adictos protobolcheviques dentro de las grandes empresas de la capital,  que habían incitado las huelgas en las fábricas de municiones del pasado mes de enero, irrumpieron en el Reichstag la noche del 9 al 10 dirigidos por Emil Barth y Richard Muller, y aprobaron unilateralmente convocar una reunión de delegados de los Rats berlineses en el Circo Busch para el día siguiente, para nombrar un “Consejo de los Comisarios del Pueblo”. Ebert decidió seguirles la corriente y ganarles por la mano. Podía obtener una segunda legitimación, aparte de su cargo de canciller del extinto régimen. Sabía además que el SPD tenía implantación suficiente como para superar a los sindicalistas protobolcheviques ( germen de los posteriores espartaquistas ) así como a figuras aisladas como Liebknecht.

El armisticio lo daban todos por descontado, y la noche del 10 al 11 de noviembre se le envió un telegrama a Erzberger en el que se le autorizaba a firmarlo, sin necesidad de nuevas negociaciones, para estupor del propio plenipotenciario, que había intentado conseguir unas condiciones menos severas en los encuentros de los días anteriores.

Durante la sesión en el circo se reunieron 2.000 delegados. Conscientes de que no iban a poder dominar el nuevo “Consejo de Comisarios” debido a la mayoría de delegados del SPD presentes, sobre todo los de extracción militar, Barth intentó deslizar la creación en paralelo “Consejo ejecutivo de soldados y trabajadores”, pero de nuevo el SPD neutralizó la jugada imponiendo la paridad entre sus componentes.


Finalmente se ratificó al acabar la sesión al “Consejo de los comisarios del Pueblo” que coincidía con el gobierno previo de Ebert, más tres comisarios-ministros del USPD. Esa misma noche recibió Ebert una llamada telefónica desde Spa. Era el general Groener, que se ponía a su entera disposición, pidiéndole a cambio que contuviera a los protobolcheviques y los Rats y mantuviera el orden.

Pero el mundo no estaba pendiente ya de los sucesos Berlín, ni siquiera de Alemania, tampoco sobre ninguna de las Potencias Centrales en procesos de desintegración. Aún menos en las crueles luchas revolucionarias en las ruinas del difunto imperio ruso. Sino en esa pequeña localidad francesa de Compiegne ya mencionada, donde había acudido la delegación perdedora a ponerse a merced de los vencedores.

Las condiciones del armisticio aceptadas por el gobierno Ebert suponían una rendición en la práctica, porque dejaban a Alemania abierta a cualquier acción de los Aliados. Se contemplaba la evacuación de todo territorio ocupado, incluyendo el mencionado en Brest-Litovsk, y de Alsacia-Lorena. Debía entregarse 5.000 cañones y morteros, y 30.000 ametralladoras, despojando así de armamento pesado al ejército germano. Los prisioneros de los países Aliados debían ser liberados unilaterálmente.  Unas 5.000 locomotoras tenían que ser puestas a disposición. Debía evacuarse el territorio alemán al oeste del Rhin, dejando tres cabezas de puente en la margen oriental del río. La Marina debía entregar los submarinos y buques de guerra en puertos designados por los Aliados. El bloqueo marítimo se mantenía, agravando aún más la penuria alimenticia. 

Eran mucho más duras que las propuestas por Wilson inicialmente, pero el revanchismo francés de Clemenceau y Poincare  había elevado el listón. Por otro lado, es posible que  el miedo a la bolchevización que empezaba a rondar a Foch frenara alguna de las demandas más extremas.



FOTO. LA DELEGACIÓN ALIADA EN LA FIRMA DEL ARMISTICIO. FOCH, EL SEGUNDO POR LA DERECHA CON ABRIGO Y CARTERA. WEMYSS, EL PLENIPOTENCIARIO BRITÁNICO,  TERCERO POR LA DERECHA JUNTO A FOCH.

El armisticio entró en vigor según lo estipulado a las 11.00 horas del día 11 del mes de noviembre, el undécimo del año.

Después de inmensos sacrificios, la Gran Guerra, la Guerra Mundial había terminado. Solo sería la Primera. En un hospital de Pasewalk, en Pomerania, se enencontraba el cabo Adolf Hitler recuperándose de un gaseamiento. En ese momento solo uno de los millones de hombres que habían servido en filas durante aquellos años y que se enfrentaba a un futuro incierto. Pero consideraba que el desafío no había terminado realmente. De momento, como él mismo escribió "sin nombre, yo no reunía las condiciones para poder ejercer una acción útil". 

Eso cambiaría algunos años más tarde.

El impulso que la guerra había dado a las masas a la búsqueda de participación, autoestima y nivel de vida ¿ hacia donde se orientaría?



30.5.20

LA CAÍDA DE ALEMANIA EN NOVIEMBRE DE 1918. ¿REVOLUCIÓN O PUÑALADA POR LA ESPALDA?

FOTO. ERZBERGER (CENTRO), DURANTE UNA VISITA EN SPA,  JUNTO AL GENERAL HAMMERSTEIN

El 30 de octubre el káiser se había trasladado al Cuartel General en Spa, tal vez tratando de sentirse más arropado por los miembros del Alto Mando, aunque este lugar le aislaba del crucial debate político y del centro de decisión administrativo del país en tan difíciles momentos. 

Allí fue donde le sorprendió el movimiento revolucionario de los marineros y la difusión de los Rat durante la primera semana de noviembre, los consejos de soldados y obreros. Los soldados de las guarniciones elegían sus delegados, las autoridades militares cedían y compartían las atribuciones, y las autoridades civiles, a regañadientes o temiendo un baño de sangre si se ofrecía resistencia, reconocían la nueva soberanía.


Los Rat tenían métodos de elección poco electorales o representativos. Simplemente una masa de obreros o de soldados de retaguardia aclamaban a sus compañeros más prestigiosos o elocuentes en locales grandes o en espacios abiertos, plazas, etc.

El 5 de noviembre Max confirmó las medidas de Noske en Kiel y en el norte, dándoles sanción legal y proporcionando otra baza a los socialdemócratas.

Entre el 4 y el 10 de noviembre los revolucionarios, envalentonados por la falta de oposición fueron ocupando ayuntamientos, estaciones de tren, comandancias militares y periódicos, con poca o nula resistencia por parte de las autoridades civiles y militares que seguían la consigna del gobierno Max y de los partidos que lo sostenían de evitar choques y derramamiento de sangre. Liberaron a los presos, como la bolchevique Rosa Luxemburgo y a otros disidentes. Karl Liebknecht, otro de los miembros del USPD, había sido liberado ya el 23 de octubre bajo los auspicios del gobierno Max. Era la plasmación de la “República de los Consejos”, según la bautizaban sus partidarios.


El SPD dio el visto bueno a todos estos actos, tal vez para anticiparse a los simpatizantes bolcheviques, y poder controlar el movimiento en su provecho. 


                           FOTO. EL GENERAL GROENER

Entretanto, el general Groener había regresado precipitadamente a Berlín con un informe alarmante de la situación militar, exigiendo un armisticio inmediato sin importar las condiciones, incluso contra los deseos del príncipe Max de intentar negociarlo un poco más de tiempo. Groener asumió un papel político reuniéndose con los líderes sindicales socialistas, imponiéndole al canciller una comisión de armisticio dirigida por Erzberger que debía acudir ante el mariscal Foch.




El 6 de noviembre llegó el comunicado de Wilson, informando que Foch, como jefe supremo de las fuerzas Aliadas, estaba dispuesto a recibir a una delegación en su Cuartel General en Compiegne. Apresurádamente la delegación partió aquella misma tarde dirigida por Erzberger. Al mismo tiempo Ebert, jefe del SPD, dio a Groener indicaciones para que el káiser abdicase, con el pretexto de que así se podría salvar la institución de la monarquía frente a las masas azuzadas por los revolucionarios izquierdistas ( aunque omitió recordar que parte de los ponentes y activistas eran subordinados del propio Ebert)



A continuación, Groener regresó a Spa con una misión: desactivar la resistencia del ejército al armisticio y al cambio de régimen, y obtener la abdicación de Guillermo II.


El viernes 8 de noviembre, junto a los agregados militares que se les habían incorporado al pasar por Spa, la delegación de Erzberger se presentó ante Foch. En realidad no había propuestas que tratar. Foch simplemente puso ante la delegación alemana una lista de condiciones elaboradas por las autoridades de los países Aliados, en forma de ultimatum con tres días de plazo. Era una capitulación simple y llana, pero la delegación, en su entreguismo, tampoco estaba dispuesta a levantar la voz y solo trató de suavizar algunas condiciones menores. 

Estas circunstancias caóticas respaldarían más tarde la interpretación de que Alemania se había venido abajo a consecuencia de los manejos de elementos subversivos internos, esencialmente socialistas, bolcheviques y judíos, implicados en una campaña internacionalista traidora. Fue la teoría de la "puñalada por la espalda" que sería manejada por Hindenburg y otros nacionalistas.



Ahora la cuestión crucial era la actitud que tomaría el ejército del frente Occidental, que aún no estaba subordinado a los políticos de Berlín y de los Rats de la Alemania metropolitana. El káiser pensaba que su retorno al país calmaría la situación y que sostendría al régimen. En cambio, el canciller Max y Groener pensaban que la presencia del káiser era el último obstáculo para obtener el armisticio, por draconiano que fuera, y para intentar mantener la disciplina en las ciudades. Sostuvieron esa tesis ante el resto del gobierno de manera abierta, y de manera más encubierta ante los militares en Spa.




10.4.20

MÁS ALLÁ DE LA LÍNEA HERMANN

Entre las consecuencias de la ruptura de la Línea Hindenburg estaba la imposibilidad de completar las obras de la apenas esbozada Línea Hermann que discurría a decenas
de kilómetros detrás de ella, y que debía proteger Valenciennes y Le Cateau. 

Retirándose bajo el acoso y  observación de la RAF, los alemanes se instalaron en las precarias posiciones junto al río Selle, donde las vanguardias británicas entraron en contacto con ellos el día 13 de octubre de 1918.

Durante cuatro días hubo una pausa mientras se desplazaba la artillería a los nuevos emplazamientos adelantados y se reorganizaba la cadena logística. Luego, a las 5.20 horas del 17 de octubre, el 4º ejército de Rawlinson, reforzado por el II cuerpo norteamericano, golpeó entre Le Cateau y el bosque de Andigny. El avance fue limitado debido a la notable y algo inesperada resistencia de las tropas alemanas, pero al terminar la jornada el 4º ejercito había avanzado cinco kilómetros junto con su vecino, el 1º ejército francés de Debeney. 

Al día siguiente el ataque continuó y al acabar el día 19 de octubre los Aliados habían penetrado la Línea Hermann con una cuña de 11 kilómetros de ancho y nueve de profundidad. El 3º ejercito de Byng se sumó al movimiento con un asalto nocturno a las 2.00 horas. El río Selle fue atravesado sin sin muchos problemas, y al anochecer siguiente sus unidades estaban acampando en el altiplano al este del cauce. 


MAPA.LAS LINEAS DE FRENTE Y LAS LINEAS FORTIFICADAS EN 1917-18 EN EL FRENTE OCCIDENTAL: S SIGFRIDO, W WOTAN, H HAGEN, M MICHAEL

Tras la pertinente pausa para asegurar las comunicaciones, el día 23 de octubre el 3º y 4º ejércitos cooperaron para alcanzar el bosque de Mornal, en una penetración de 13 kilómetros hacia el este, tomando 7.300 prisioneros. Por esas fechas los rumores sobre las negociaciones con Wilson y el posible armisticio se habían filtrado en el interior del ejército alemán, y comenzaron a aparecer a gran escala los primeros síntomas de desánimo.

Groener, el sucesor de Ludendorff, se desplazó a Spa. Allí, los oficiales jóvenes mantenían todavía el espíritu combativo y propusieron algunos planes de acción. Las impresiones de Groener en sus rápidas inspecciones y entrevistas fueron menos favorables, señalando en particular lo incompletas de efectivos que estaban muchas unidades a nivel de batallón, o la escasez de oficiales de campo. Había una preferencia estratégica por continuar una retirada ordenada hacia la línea Amberes-Mosa,  evitando el peligro de una ruptura del frente. Pero la línea solo ofrecía ventajas de amparo geográfico y urbano, puesto que no había sido fortificada. Y suponía abandonar todo el oeste de Bélgica.

Pero lo más sombrío fueron las informaciones que llegaban desde la patria: la proclamación de una "república de los trabajadores en Munich", la toma de las calles por multitudes confusas compuestas por  tropas de los depósitos de retaguardia y de civiles instigados por el SPD, USPD y otros grupos izquierdistas, portando banderas rojas y entonando himnos revolucionarios.

Groener regresó apresuradamente a Berlín, y sus afirmaciones iban a sellar el destino de Alemania.

8.4.20

LA DEFENESTRACIÓN DE LUDENDORFF. LA PROYECTADA SALIDA DE LA FLOTA Y EL AMOTINAMIENTO DE LOS MARINEROS DE KIEL


Ante las crecientes presiones desde ámbitos políticos y civiles para que abdicara (como el periódico Frankfurter Zeitung, que el día 24 de octubre afirmaba que solo la abdicación podía asegurar unas condiciones de paz razonables), Guillermo II se inclinó a respaldar al canciller Max von Baden en su divorcio del Alto Mando. El canciller y el Reichstag parecían apostar por un regencia y un armisticio inmediato que mantendrían el régimen del II Reich, aunque reformado. Por otra parte, el espectro de una revolución de cuño soviético era una posibilidad  manejada a conveniencia, bien para favorecer la abdicación, aduciendo que las masas socialistas  se alzarían y destruirían el estado, la administración y todas las instituciones si no se producía. Pero ese latente temor revolucionario bolchevique servía igualmente para sostener la permanencia del káiser.  El 26 de octubre, a las 10.00 horas de la mañana, tuvo lugar una tormentosa reunión en el palacio Bellevue de Berlín en la cual Ludendorff fue destituido, después de que el káiser le echara en cara su inicial  propuesta de armisticio y la orden del día que había transmitido sin autorización el 24 de octubre.

 A Hindenburg se le ordenó mantenerse en su puesto para tratar de mantener la calma del Heer, pero imponiéndole como segundo al mando al general Groener, de origen suabo, especialista técnico pero derrotista, bien relacionado con el partido socialdemócrata, dotándole de los amplios poderes que había ostentado el anterior lugarteniente general. Aparentemente, Ludendorff había pensado  que su hasta entonces jefe y amigo desde aquellos heroicos días de 1914 en Prusia Oriental mantendría la solidaridad de equipo, incluso en una disputa contra el káiser, y experimentó una amarga decepción ante la actitud de Hindenburg de no querer dimitir conjuntamente. Significativamente, Ludendorff se negó a subir con el mariscal al coche que debía de conducirles de regreso al OHL. Por su parte, es muy posible que Hindenburg hubiera perdido la confianza en su compañero de fatigas. Su mayor sutileza política le hizo comprender que la veloz degradación del ambiente interior en Alemania tenía su origen en la inoportuna petición de un armisticio hecha por Ludendorff  hacía casi un mes, que había producido un incontrolable efecto en cadena. Lo cierto es que, después de estos acontecimientos, la relación amistosa entre ambos hombres se extinguió por completo.

A la hora de la verdad, esta brusca sustitución en la cúpula del OHL solo precipitó todavía más la caída en picado de la moral y la descomposición interna. Y con ellas brotaron la contestación a la misma estructura imperial. Desde el 20 de octubre, cuando se le había ordenado suspender la campaña submarina, la jefatura de la Kaiserliche Flotte se habían desmarcado de las decisiones del gobierno Max. La situación se precipito el 28 de octubre cuando el almirante Scheer, deseando a la vez salvar el honor de la flota, hacer una demostración de solidaridad al ejército de tierra y rechazar la desmovilización informal que propugnaba Berlín, programó una salida para arrastrar a la escuadra británica a un combate abierto. Scheer le encargó la ejecución de la operación a Hipper, aprovechando que la suspensión de la guerra submarina dejaba libres a los sumergibles para el cometido de apoyar a la Hochseeflotte.

De hecho, aunque arriesgado, el plan esta bien concebido a partir de las lecciones extraídas de la batalla de Jutlandia: las fuerzas livianas de cruceros ligeros y destructores navegarían frente la desembocadura del Támesis para arrastrar a la Grand Fleet procedente de Scapa Flow, y se plantearía un combate con el grueso de la Hochseeflotte, de un par de horas de duración frente a la costa frisia, aprovechando el crepúsculo que siluetaría a los barcos enemigos. Tras el choque, los acorazados y cruceros de batalla alemanes se retirarían a través de los pasillos en los campos de minas propios que estarían a mano, y a continuación sus destructores atacarían durante la oscuridad a los británicos. Con estos métodos se anularía la superioridad numérica de la Royal Navy. También se habían preparado varias barreras de submarinos con 25 unidades y varios campos de minas ofensivos en la ruta previsible de los británicos. 


MAPA. PLAN DE LA SALIDA DE LA FLOTA ALEMANA A FINALES DE OCTUBRE DE 1918


Sin embargo, en el ambiente de desmovilización y de expectativa de un final próximo de la guerra, la operación fue tildada de suicida por una parte de la marinería, “calentada” por los agitadores marxistas de la rama más revolucionaria USDP y otros sindicalistas protobolcheviques que recorrían las tabernas y tugurios de los puertos.

Estallaron amotinamientos en algunos navíos y deserciones, incluso saltando de los buques durante el tránsito por el canal de Kiel, como ocurrió en los cruceros de batalla Derflinger y Von der Tann.  En el acorazado Thüringen más de 300 marineros fueron arrestados, después de que varios destructores y submarinos tuvieran que apuntar sobre él. También hubo disturbios en el acorazado Helgoland. Para tratar de apaciguar los ánimos la flota fue dispersada. Solo una parte quedó en la rada Schilling de Wilhemshaven, el punto de donde debía haber zarpado la expedición. Otra escuadra retornó a Kiel el viernes 1 de noviembre. Pero las contramedidas de las autoridades en la base de Kiel no surtieron efecto. Una delegación enviada al comandante de la base exigió la liberación de los arrestados. El 2 de noviembre se produjeron reuniones de marineros con cargadores, infantes de marina y otro personal del puerto, con lo que los revoltosos fueron envalentonándose. A partir del domingo 3 de noviembre las protestas se extendieron con la participación de operarios de los astilleros, formando una gran multitud en uno de los campos de instrucción, con exigencias de una paz a cualquier precio y la dimisión del káiser. Se produjo un tiroteo con un retén de guardia dirigido por el teniente Steinhauser, que resultó muerto junto con una decena de personas, y 30 fueron heridas. El comandante de la base, ante el sesgo de los acontecimientos, se inhibió, y a mediodía el puerto y las instalaciones habían caído en manos de los amotinados.

Fueron enviados por el gobierno la tarde del día 4 de noviembre a la localidad los diputados Haussmann (liberal) y Noske (socialdemócrata) para sondear el ambiente y tratar de apaciguar los ánimos. Noske prometió una amnistía a los amotinados, anunciado que pronto se firmaría un armisticio. Se autonombró gobernador de la región y transmitió a Berlín las ofertas que había hecho a los revolucionarios, entre ellas la abdicación del káiser. Durante los primeros días de noviembre de 1918 los disturbios se extendieron a otros puertos alemanes como Lübeck el día 5, Hamburgo y Bremen a la mañana siguiente, y hasta Tilsit en el extremo oriental de la nación.



                                    FOTO. EL DIPUTADO NOSKE ( CON SOMBRERO CIVIL) EN UNA DE SUS ALOCUCIONES A LOS MARINEROS DE KIEL EN OCTUBRE-NOVIEMBRE DE 1918

1.11.19

EL CÁUCASO BAJO EL PROTECTORADO DE LAS POTENCIAS CENTRALES

En el tratado de paz entre la Rusia bolchevique y lasPotencias Centrales rubricado en Brest-Litovsk se contemplaba explícitamente la retirada rusa del Cáucaso. La república federal de Transcaucasia, aque agrupaba los territorios de Georgia, la Armenia del lago Sevan y Azerbayán fue proclamada el 22 de abril de 1918, con capital en Tiflis.

Los tempranos desacuerdos entre georgianos, armenios y azerbayanos llevaron a su rápida disolución, aunque en términos inicialmente  pacíficos. Así, el 26 de mayo fue proclamada la república democrática de Georgia. Se instauró en ella un gobierno menchevique con el presidente Noe Ramishvili, reconocido por las Potencias Centrales y el vecino Azerbayán. La Legión Georgiana sirvió de base al nuevo ejército nacional. El nuevo país incluso declaró la guerra a los Aliados. No obstante sus perspectivas se enturbiaron por las pretensiones encontradas de los turcos y los alemanes sobre la zona.

                                             FOTO. NOE RAMISHVILI, PRESIDENTE DE GEORGIA EN 1918

Se despachó un cuerpo expedicionario germano a Georgia que partió desde Crimea, llegando al puerto de Poti el 2 de junio de 1918. Estaba dirigido por el general Von Kresstein, con tres regimientos y destacamentos especialistas de morteros, ametralladoras y transmisiones, e incluso el 28º destacamento aéreo, en total 5.264 hombres. A ellos se añadieron unos cientos de alemanes étnicos del territorio que formaron una agrupación paramilitar de auxiliares. Este cuerpo fue distribuido en Tiflis, Poti, Ochamchire, Kutaisi y Borchalo.

El ejército georgiano de 15.000 hombres estaba ahora bajo la dirección de Giorgi Kvnitadze. Fue situado en las fronteras con Armenia, que era simpatizante de los Aliados, y en los confines con Turquía, en Batumi y Ardahan. Menudearon los incidentes con el 3º ejército turco desde junio, con saqueos de aldeas como Okham o Mirashkhan a manos de la caballería auxiliar kurda. Más trascendental fue el avance de la 5º división de infantería turca que entró en Bogdanovka y Bakurian. La 9º división de infantería turca libró un combate más serio en Vorontosovka, que incluyó la captura de un puñado de soldados alemanes, lo que obligó al primer ministro turco Enver a acudir en persona a Batumi para apaciguar la situación. Los límites de Georgia fueron  reconocidos, incluyendo Batumi y Ardahan. A cambió Turquía veía aumentada su participación económica en Azerbayán y el proyecto de un ferrocarril Tiflis-Bakú.

Durante el resto del año 1918 las tareas del ejército georgiano se circunscribieron a patrullar las fronteras para ahuyentar a las bandas de rusos blancos y a los bolcheviques comunistas, que alentaron revueltas en Zugdidi y Abjasia, sofocadas con ayuda alemana. El 6 de julio fue pacificada Sochi, y el día 27 de julio el puerto de Tuapse. Entrado el otoño los armenios desafiaron el 18 de cotubre el control georgiano de las comarcas de Lori y Akhalkali, con presencia de minorías armenias. Dos trenes blindados y 250 hombres fueron suficientes para repeler la incursión, aunque esta se repitió el 23 de octubre en el poblado de Karinj, con resultados igualmente infructuosos para los armenios. El 10 de noviembre sde 1918 e firmó un precario alto el fuego entre ambas partes, que sería rotos pocas semanas después de finalizar la Guerra Mundial.

La situación creada por Brest Litvosk respecto a Armenia fue bastante compleja. Por una parte reconocía la entrega de Kars a los turcos. Las guarniciones de rebeldes armenios que habían apoyado en su momento al ejército ruso quedaron libradas a su suerte: después de tres semanas de asedio que costó la vida a 1.000 turcos y 500 armenios, el 29 de marzo de 1918 Erzurum fue evacuada por los armenios.

Milicias armenias en Batumi fueron vencidas el 11 de abril, dejando tras de si importantes arsenales que habían pertenecido al ejército zarista, como 250 cañones y muchos vehículos. Por esos días, más al este, en Macu se encontraron tropas del 3º ejército turco y fuerzas persas que tomaron represalias contra los habitantes armenios.

Finalmente las tropas turcas llegaron a Kars, protegida por 5.000 armenios, que terminaron pactando una retirada el 25 de abril. La desmoralización estaba cundiendo entre ellos, porque habían dispuesto de los depósitos del ejército ruso con cientos de cañones, 2.500 fusiles y abundantes raciones alimenticias.

                                                      FOTO. EL GENERAL ANDRANIK  T.  OZONIAN

En núcleo aislado de Van fue recuperado por los turcos el 3 de mayo de 1918. Sin embargo, estos sufrieron un grave contratiempo en Sardarabad entre el 21 y el 27 de mayo, teniendo que retroceder hasta la margen occidental del río Aras. Al día siguiente fue proclamada la República Democrática Armenia, con el presidente Hovhannes Kajaznuni, que procedió a buscar el patrocinio de los Aliados. No obstante en Nagorno Karabaj surgió otro poder armenio bajo el mando del general Andranik Ozanian con 5.000 hombres, disconformes con el tratado de Batumi firmado por la República de Armenia con el imperio turco. Procedió a establecer lazos con la Rusia bolchevique, configurando la República Montañesa Armenia.


27.10.19

CONTINUA LA OFENSIVA DE LOS 100 DÍAS: MOSA-ARGONNE



Una vez completada la reducción del saliente de Saint Mihiel los norteamericanos centraron su atención en la vecina región del Argonne para disponer un ataque orientado hacia Sedán y el ferrocarril que abastecía a los alemanes de la zona. Mientras el 1º ejército norteamericano hacía sus preparativos, varias acciones de diversión fueron ejecutadas para tratar de desorientar al Alto Mando Alemán, haciéndole creer que el siguiente movimiento estaría dirigido contra Metz o el sur de Alsacia.

El Argonne estaba custodiado por divisiones incompletas del III y V ejércitos alemanes pertenecientes al Grupo de Ejércitos de Gallwitz. El terreno abrupto, en cambio, las favorecía en su papel defensivo. Las fortificaciones, después de cuatro años de ocupación, estaban bien diseñadas aunque su mantenimiento no había sido concienzudo al ser hasta entonces un segmento relativamente tranquilo. Justo detrás se alzaban tres barreras inacabadas: la Ekkehard, Giselher y el tramo oriental de la línea Hunding: la Kriemhild (Crimilda), totalizando 16 kilómetros de profundidad.

La línea Hunding había sido originalmente ideada para contener posibles acciones francesas contra el flanco sur del saliente de Noyon y los parajes de la Champaña. La parte más occidental de la línea fue individualizada con el nombre de Brunhild (Brunilda) y la más oriental, que recorría Champaña y el Argonne, como Kriemhild (Crimilda). Sus trabajos se iniciaron en marzo de 1917, a un ritmo lento en comparación con los emprendidos en las líneas más septentrionales de Flandes, Wotan y Sigfrido, puesto que se percibía al ejército francés como menos amenazador y porque el terreno boscoso y de colinas ofrecía de manera natural más abrigo a las tropas alemanas.


                      FOTO. FACHADA DE UNO DE LOS BUNKERS ALEMANES QUE PROTEGÍAN LA LÍNEA KRIEMHILD (CRIMILDA)

La llamada ofensiva del Mosa-Argonne dio comienzo el 26 de septiembre cuando el 1º ejército norteamericano, secundado por algunas unidades francesas, atacó a lo largo de 30 kilómetros desde Forges hasta el bosque de Argonne. El asalto fue frenado en seco por los defensores alemanes, que infligieron fuertes pérdidas al 1º ejército, pero los norteamericanos  hicieron valer  su ventaja numérica e insistieron en sus actuaciones. Los carros ligeros FT Renault fueron utilizados pródigamente, tanto los de los batallones norteamericanos 343º y 345º como los carros de tres batallones franceses de apoyo. Hacia el 3 de octubre finalizó la primera fase de la operación.

Tras tres semanas de cruenta lucha el 1º ejército de Hunter Liggert alcanzó por fin la línea Kriemhild, con un tiempo cada vez más tormentoso, el 14 de octubre. Sobre las alturas de Romagne, sobre la que pasaba la línea Kriemhild convergieron tres divisiones estadounidenses. El punto más sólido estaba en el vértice Dame Marie, una cresta asegurada por reductos que contenían cientos de ametralladoras, apoyados por artillería. La penetración, planeada como un envolvimiento doble acompañado por un ataque frontal de diversión por el centro, se alargó durante cuatro durísimos días de enfrentamientos, con pérdidas importantes para todos los contendientes. Los alemanes terminaron cediendo y se retiraron en demanda de la proyectada pero casi inexistente línea Freya.

Mientras el 2º ejército de Robert E. Brullard empujaba hacia el noreste entre el Mosa y el Mosela. De nuevo la llegada de refuerzos alemanes ralentizó los progresos y hacia el 31 de octubre concluyó la segunda fase de la operación. Tras un descanso, una tercera fase se pondría en marcha en noviembre.

8.9.19

INCERTIDUMBRE Y DESESPERACIÓN EN BERLÍN: EL GOBIERNO DEL PRÍNCIPE MAX VON BADEN (II PARTE)


¿ Qué postura adoptaban los principales dirigentes de los Aliados? Foch y Clemenceau se citaron el 16 de octubre. Ambos pensaban que el debilitamiento de la fuerza de Francia se agudizaría si la guerra se alargaba, y en consecuencia esto dañaría la posición del gobierno francés en la mesa de negociaciones. No obstante, creían que era una buena idea mantener las duras exigencias de Foch aprovechando el marasmo que mostraban las Potencias Centrales.

El gabinete de Lloyd George fue informado por Haig el día 19 de octubre de que las dificultades logísticas y la aproximación del invierno hacían necesario garantizar el armisticio incluso suavizando las condiciones. Los políticos británicos se mostraron receptivos al punto de vista de Haig, entre otras cosas porque pensaban que prolongar la lucha solo fortalecería la postura norteamericana en las negociaciones de paz.

En Alemania, en cambio, las acentuadas diferencias de opinión entre los ministros y consejeros aumentaron la sensación de incertidumbre y vacilación. Von Baden replicó afablemente a la nota del 14 de octubre del presidente Wilson, prometiendo poner fin a los ataques submarinos contra buques de pasaje. Asimismo reafirmaba su vocación parlamentaria, lo que debía (a juicio ingenuo de los liberales y socialdemócratas alemanes) facilitar el camino a una paz justa.

Sin embargo el Alto Mando  no aceptaba la concesión de suspender la guerra submarina. Hindenburg además añadió el 20 de octubre que si esta negativa producía la ruptura de las conversaciones, el gobierno “debía tener claro la necesidad de luchar por nuestro honor hasta el último hombre”.  

A partir de este momento, las responsabilidades por lo acaecido en Alemania hasta el 11 de noviembre de 1918 se abren a diferentes interpretaciones. Hay quien considera que el OHL quiso marcar distancias con el gobierno civil tras haberlo obligado a negociar, intentando endosarle la responsabilidad de la derrota inminente. 

El estado difícil del ejército es evidente a partir de lo que recogió en sus memorias el canciller a partir de su correspondencia con el príncipe Ruperto: “Nuestras tropas están agotadas (…) en general la infantería de una división puede ser considerada equivalente a uno o dos batallones, y en ciertos casos solamente equivalentes a dos o tres compañías (…) en ciertos ejércitos, el 50% de los cañones carecen de tiros de caballos. La moral de las tropas ha sufrido seriamente y su poder de resistencia disminuye diariamente. Se rinden en hordas, ante cualquier ataque enemigo y miles de saqueadores infestan los distritos alrededor de las bases. No tenemos más líneas preparadas, y no se pueden excavar más. Hay escasez de combustible para los camiones, y cuando los austríacos cedan, y no consigamos más petroleo de Rumanía, en dos meses se detendrá nuestra aviación”. Pero no esta nada claro que Max von Baden recibiera las mismas respuestas pesimistas de todos los comandantes de grupos de ejército,  ejércitos y cuerpos de ejército.

Lo que fue evidente es que el divorcio entre el nuevo gobierno y el OHL llegó a su punto de ruptura a partir de segunda quincena de octubre de 1918.

Apoyado por los distintos ministros en la cancelación de la guerra submarina, Max von Baden amagó con dimitir para forzar al káiser a respaldar la cláusula que prometía poner fin a la campaña de los sumergibles en la respuesta a Wilson. Hindenburg y Ludendorff retuvieron el borrador y se distanciaron políticamente de la medida. Sin embargo, fue el mensaje fue enviado  a pesar de esta oposición.

La tercera nota de Wilson llegó el 23 de octubre y tuvo el efecto de una bomba. Afirmaba que los gobiernos Aliados acordarían un armisticio, pero con la condición inexcusable de no reanudar las hostilidades. Luego llegaba la exigencia explosiva: el rechazo a las autoridades militares y monárquicas alemanas, “El gobierno de EE.UU no puede sino tratar con los verdaderos representantes del pueblo alemán (…) si se debe tratar con los jefes militares y los autócratas monárquicos de Alemania (…) será exigida no la negociación de paz, sino la rendición

Por tanto, aparecía una nueva condición a las claras: la abdicación del káiser y la subordinación del ejército al nuevo poder civil. Naturalmente hacer semejante cambio en pleno conflicto bélico suponía anular la capacidad de lucha de Alemania. El coronel Haeften, comisionado del OHL ante el ministerio de exteriores explicó por teléfono las demandas de Wilson a Ludendorff y los otros líderes del Alto Mando que permanecían en el cuartel general de Spa. Fueron rechazadas de plano. Ludendorff clamó pidiendo el final de las negociaciones con Wilson y combatir a toda costa. Fue secundado por Hindenburg, que telegrafió al canciller.


Pero no fueron los únicos en pronunciarse. Aparentemente, el príncipe Ruperto habría comunicado a Max von Baden que Ludendorff no asumía la gravedad de la situación y “Debemos asegurar la paz a toda costa antes de que las fuerzas enemigas entren en Alemania”. 
                                           FOTO. EL BARÓN KURT VON LERSNER


El barón Kurt von Lersner habló todavía más claramente. Era el enlace entre el ministerio de exteriores y la cancillería ante el OHL. Dijo que la situación era mucho peor que tres semanas antes y dio a entender que el Heer aceptaría la destitución de Ludendorff, hasta entonces una figura incuestionable.